domingo, 15 de julio de 2012

Padres=Jardineros

Para florecer, las plantas requieren un suelo firme, rico y nutriente; agua, sol y una mirada atenta.

La labor del jardinero es ser un observador paciente, descifrar lo que la planta le dice a través de lo que da o deja de dar.

Cuando se trata de cultivar la inteligencia de nuestros hijos tenemos que ser pacientes jardineros, empezar por conocer la tierra, removerla para conocer sus cualidades y sus carencias.

Eso hacen los hijos con nosotros, nos remueven hasta lo mas profundo para sacar a flote lo mejor de cada uno y hacer evidentes también, nuestras carencias.

Observar la tierra, conocerla, es la lección número uno de jardinería para principiantes. Lo primero, entonces, será ocuparnos de nosotros mismos.

La planta necesita agua y sol como la inteligencia de nuestros hijos requiere de amor y estímulo. El amor es el calor y la luz que les permitirá creer en sí mismos. Los estímulos, la llamada a la vida que viene de fuera.

Cuando recién plantamos la semilla, la regamos y damos calor a una esperanza. Aún no vemos la planta pero creemos con firmeza que la semilla está ahí y que se desarrolla. Así, la inteligencia. Hablamos al bebé sin esperar respuesta porque sabemos que de alguna manera percibe y recibe.

Esta tarea requiere mas paciencia y fe cuando nos han dado un diagnóstico de discapacidad. Necesitamos fe en que la inteligencia de nuestro hijo puede crecer y florecer, en que recibe los estímulos; sólo requerimos observarlo con cuidado para saber de qué manera los procesa y cómo los expresa.

Las plantas mueren de abandono o de sobreprotección.

También el desarrollo de la inteligencia puede atrofiarse si no hay estímulos que la desafíen o si nuestra inteligencia es tan torpe que solo sirve para suplir a la del niño. Pensar por él es la fórmula mágica para hacer que él deje de pensar. La inteligencia requiere la medida exacta.

Los retos no pueden ser tan grandes que sólo produzcan frustración, ni tan pequeños que no exijan crecimiento.

Cultivar en nuestros hijos la capacidad de conocer es un reto a nuestra inteligencia y a nuestra objetividad como observadores pacientes.

Sólo el jardinero atento ve en los pequeños brotes el anuncio de la floración.



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